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Proemio introductorio al blog al que se une la declaración de principios

Una vez consolidada la marca se comienza a explotar venalmente los productos asociados a su nombre. Éste, que parece un proceso sencillo por lo familiarizados que estamos a vivirlo, precisa por parte de los publicistas de un amplio conocimiento de la psicología humana. Nada, en la vida de la marca, ha de ser casual, sino causal. Este blog que leen ustedes hace años que abrió sus puertas y también hace años que las cerró, durante este lapso de tiempo han ocurrido muchas cosas, tantas como le ocurriría a una vida humana; y al igual que a esta vida hay ocasiones en que nace el deseo de morir para revivir con otra faz que nos permita corregir los errores asociados a nuestro rostro. Esa, y no otra, es la razón por la que las huellas fueron borradas. Mas el publicista que ha de aprender a andar de otro modo para que no se reconozcan sus huellas ha de ser consciente de su caminar de la única manera posible: echando la vista atrás para comprobar, con orgullo, que esas huellas ya no se reconocen como propias sino en la medida en que sirven para atestiguar la existencia del aquí que pisan estos pies. Pero otro caminar exige un gran esfuerzo, un esfuerzo formidable. Y yo, que peco de abulia, sólo puedo andar como las bestias en domesticación: a golpe de látigo. Y, además, el látigo debe blandirse con rapidez, para que a falta de pensar logre escribir (por mucho que pese a algún sombrerero). Mas, por desgracia para mí, el esfuerzo es doble, pues no sólo pretendo pisar, sino asegurar cada una de mis pisadas, y la labor se hace harto más difícil si uno, en vez de caminar, corre. El buen publicista corre siempre pensando acerca de cómo interpreta el otro sus movimientos, y sería injusto negar que su correr es fruto del pensar ajeno, mas eso no resta ni una pizca de originalidad a su obra pues se puede escribir para uno mismo de cara a los demás. Yo, que no soy ducho ni lego en la materia, sólo sé que la única diferencia entre mi primera caminata y esta segunda es que ahora tendré la posibilidad de contemplar el paisaje que se yergue más allá de los pequeños matorrales que ocuparon mi atención cuando el camino no era más que la promesa de un buen paseo. Ahora prestaré mis sentidos a descubrir lo que queda más allá para, en el futuro, poder realizar el paseo con la vista puesta en el cielo. Pero de todos es sabido que sólo se hace camino al andar y ya aplastada la maleza, que es la ocupación más desagradecida, resta allanar el camino, labor que se hace mejor en compañía, no sólo por la ayuda que prestan los pies, sino también por los ojos capaces de ver la posibilidad de nuevos y mejores trayectos. Yo, al igual que el buen publicista, quiero que mi obra sea afectada por cuantos más ojos mejor, mas es para ello requisito indispensable que confiese a todos el destino del viaje, pues en caso contrario nadie me acompañaría, pero ya advierto que no será, como todo deudor de la publicidad reconoce enseguida, más que promesas. Como autor de estas palabras me comprometo a empezar por el principio, como diría el rey de un país maravilloso, y el principio que nos atañe como occidentales no es otro que la Grecia Clásica, mas a modo de recuerdo para mi desmemoriada cabeza citaré aquí a Aristóteles y a Euclides. Y la lectura atenta de ambos no servirá para otra cosa que empezar, que no es poco. La vasta influencia del pensamiento aristotélico no precisa presentación pues entre los intelectuales medievales era común replicar con Aristóteles dixit encomiando su autoridad con el sobrenombre de el Filósofo o el Maestro. Y efectivamente, sin una sucinta presentación de su influencia no podría entenderse la hazaña que supuso el pensamiento de Descartes con el cual irrumpimos de lleno en la Modernidad. Asimismo, una de las tres grandes revoluciones del siglo XX, la que atañe a la lógica y a la fundamentación de las matemáticas, remite indefectiblemente a los albores de la misma y nos permitirá entablar conversación con un autor cuya relevancia no creo necesario justificar, me estoy refiriendo a Wittgenstein, pero sin por ello olvidar la narración que nos llevará de Cantor a Gödel. El desarrollo de geometrías no-euclidianas supone la segunda gran revolución, y como tal no podrían entenderse sin tener aunque sea vaga noticia de los Elementos de Euclides, el cual se honraba en el Medievo por ser el libro que más manos había recorrido después de la Biblia, por lo que no es de extrañar que ambos sirvan de pilares en nuestra cultura. La última gran revolución, imprescindible para entender nuestro tiempo y reconocernos partícipes de la discusión, es la física cuántica, la más pródigamente difundida de todas por las consecuencias filosóficas que encierra y por sernos genuinamente propia. Mas absurda sería esta empresa si no aspirara a aportar novedad alguna para un público curtido en infinitas lecturas, así pues, siguiendo la máxima griega que da unidad a este cuaderno de bitácora, conocerse a uno mismo implica contener su árbol genealógico, porque quien no siendo sabedor de su identidad es ajeno a las revoluciones intelectuales que nos deparará este siglo está predestinado a caer en el obligado olvido de una vida estéril. Y esto, que parece tan poco, ya es mucho, pues las palabras han hecho efectivas las ideas, y aunque Ítaca no nos enriqueciera, sin duda nos concederá un hermoso viaje. Recordad siempre que sin las promesas jamás habríamos partido.

A esta improvisada cartografía que servirá para no encallarnos se opone la necesidad, nunca plenamente satisfecha, de hablar. Necesidad que es común a todos los hombres, pero que en la práctica adolece del insalvable problema de la incomprensión, de ahí ese inconfesable esfuerzo por hacerse entender, esa necesidad constantemente rota de abrirse a los otros. Tal es la ciega fe que depositamos en la verdad de nuestro pensamiento que estamos seguros de que si el otro entendiera nuestras razones como nosotros las entendemos de buena gana compartiría nuestra posición, pero para que eso fuera factible el otro debería hablar con nuestra misma voz y eso sólo es posible si está dentro de nosotros. Esta verdad pone de manifiesto que el suelo sobre el cual el hombre está siempre no es la tierra ni ningún otro elemento, sino una ideología. Y esta ideología sólo puede transparentarse a través de la confrontación, del enfrentamiento que posibilitan las palabras. A tenor de lo dicho quisiera yo hablar sin tapujos que me enmudecieran sobre los temas que considero de mayor relevancia, pero esta importancia habré de defenderla con mayor soltura de lo que he hecho anteriormente, así pues espero disponer de las palabras precisas, no sea que el error de una enturbie todo el pensamiento. Multitud de razones, entre ellas metafísicas, me invitan a meditar sobre los aspectos narrativos que hacen esenciales las obras de Ibsen, Cervantes o Carroll. A su vez deseara prestar la atención merecida a las neurociencias por considerar, no discutiré aquí si acertadamente, que nos conducen hacia un nuevo paradigma epistémico que espero posibilite la ruptura con C. P. Snow, esto es: la reconciliación de las dos culturas. En cambio, no parece existir discusión pública acerca de la importancia del dinero siendo éste el motivo de mi deseo de tratar críticamente la universal asunción de este para mi extraño hecho. Finalmente, y sin que obste a recibir un tratamiento serio, me parecen temas cuya importancia rara vez se pone de relieve los mecanismos que hacen posible el humor y la metáfora. Pero este bosquejo resultaría inoportuno sin insistir en que su función es meramente recordatoria. Nuevamente quiero hacer constar lo inútil de hablar si mi voz no sirviera para demostrar que todos estamos capacitados para ser leídos con la atención merecida a nuestras palabras, así intentaré merecer yo también la vuestra de motu proprio con el propósito de convertirlo en vuestro tiempo de barbecho para que los campos de cultivo roten. 

La unidad tripartita del presente blog puede sintetizarse en el axioma de que conocer lo que uno es resulta de reconocer la patente fragilidad de las paredes que conforman su pensar y la consiguiente toma de consciencia de la imperiosa necesidad de apuntalar el edificio. Estos tres motivos íntimamente entretejidos en tanto que dibujan un círculo constituyen el telón de fondo de la obra que sobre estas tablas espero representar atendiendo tanto o más de lo que me permitan lo ineludible de mis compromisos a su calidad, que no a su cantidad. Confío, pues, en que sea del gusto de la minoría mayoritaria que puebla las calles famélica de degustar nuevos conocimientos y de que los que queden saciados tendrán a bien compartir sus recetas que yo gustosamente anunciaré como merezcan. Para concluir, sólo me resta decir, trayendo a colación el ya olvidado publicista, que uno mismo es así publicista de las ideas que publica para su público y que este blog, a fin de cuentas, será un curso de publicidad con que demostrar que todos podemos publicar.

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La palabra precisa tal vez sea efectiva, pero ninguna palabra jamás ha sido tan efectiva como un silencio preciso.